19.11.08

HIPOCONDRIA (lo que se hereda no se urta... pero como chinga la cuestión esa!)

Si me duelen los huesos

Si me duelen las articulaciones

Si me duele la cabeza

Si me duelen los ojos

Si me gotea la nariz y me pica reteharto la garganta.

Y si además tengo esas temblorinas ridículas de quien está destemplado, mi cuerpo parece necesitar ríos de agua y, además tienes unas ganas inusuales de estar tumbado sobre la cama bien tapado chingándote un tecesito de limón con miel re caliente.

¿Será que me estoy enfermando? o ¿Es que mi herencia chilena no me perdonó y, ya soy una hipocondriaca más?

Años riendo de la hipocondría de mi darkside chileno.

Años riendo de esos síntomas inimaginables, inpronunciables y que si nada más los escuchas así, de buenas a primeras, voltearías a ver al prójimo como un alma al borde de la explosión de intestinos y muerte choncha en menso de segundos.
¿Haber si me vuelvo a reir de mi misma?

Pero que en realidad en términos coloquiales de dicha cultura, sólo se resumen a diarrea, gripa, o pior tantito, una simple (pero no por eso menos insoportable y culera) sesión de cólicos premenstruales.

Y ahora, con la edad me estoy convirtiendo en una digna patriota más!

Esto si está muy fuerte.

Mi lado chileno se puede manifestar en usar palabras como:
- Rotonda
- Fósforos o
- Recital


Mi herencia esa, puede también aparecer en un gusto por la repostería alemana y “turca” (léase árabe que no es lo mismo, pero parece que hasta allá abajo del continente sí que lo es).

Quizás no puedo negar el tener tantitas gotas de sangre chilena al ser mas criticona de lo normal, al espantarme un poco por lo que se sale de lo común (bueno eso es mentira, no tengo idea de que es lo común y seguro, me en-can-ta lo no común, pero voy a fingir en honor a unos que conozco).

Es más, si es necesario, para firmar que si tengo un poco de su ADN en mí, me dejo el pelo hasta la cintura y adelgazo hasta ponerme buenisisérrima (creo que ponerme así namás no está en mis genes, pero por orgullo puedo tratar), nado en mares congelados y hasta aprendo a apreciar su extraño cine (y no leer los subtítulos en español de sus películas).

Pero ser hipocondriaca eso si que no!

Me rehúso a que además de la herencia de odio a Pinochet, delirio por los road trips desde el desierto hasta el hielo, antojo inexplicable por los lomitos con palta y los sanenuss, tenga yo ese sello tan propio de la hipondria.

El mundo en crisis y yo dándome el lujo de ser hipocondriaca.
No, no, no.
Sale pero requetebién carisisísimo eso de la hipocondría. En definitiva, no lo acepto, no es para mí, no me lo merezco, no lo quiero.

Y en caso de que resulte ser inevitable, y esté hecha yo toda una hipocondriaca profesional, na mas reitero a mis abuelos de ese lado, que esperen sentaditos una demanda por daños genéticos. Porque la pura verdad es que todo lo que se ahorraron en educarme (y si, soy una pinche mexa maleducada, pero sana!), no puede ser que también se lo vayan a ahorrar en la de medicamentos placebos que me quedan por meterme si esto es un “nuevo estado de mi ser”.

Oups!

Tengo miedo y se me hace que, saliendo de aquí me voy a meter un par de pastas para dormir tranqui de menos esta noche. Además me voy a chingar un tecesito de 12 flores para los nervios y de paso creo que me tomaré también, justo antes de dormir, después del baño hirviendo que me voy a dar, otro par de grajeas de un corta gripa, nada más para no dejar!
Ya mañana me atasco de efervescentes de vitamina C y esas cosas.

¿Algún remedio para mi mal?

Se aceptan toda clase de sugerencias, y si ya de plano alguien descubre mi verdad, y resulta que mi chilenismo hipocondrio es irreversible… también se aceptan recetas para el suicidio menos doloroso y de ser posible, más feliz y divertido. Porque de todos modos, si esta es mi nueva realidad, tarde o temprano, ese será mi único remedio.

Bujujujujujujuuuuuuuuu!

(Y si, ese lado entre depresivo y nostálgico, también proviene de mi herencia chilena, pero de esa parte la culpa no es de los abuelos, sino de los Jaiva, la Violeta Parra, el puto mar helado en verano, Neruda con sus poemas de amor que acaban en canción desesperada, y tanta otra cosa por el estilo más).

14.11.08

Encaje para el tlacoyo

Voy de pasadita por aquella banqueta pseudo prohibida, rezando por no encontrarme ni al enemigo ni al ofrecido de amor fortuito de ese barrio.
En fin, con el paso apretado y rapidito rapidito le voy tupiendo a los pensamientos pecaminosos, mirando para otra parte y sonriendo como distraída hasta que no puedo más.
En un acto de extrema violencia un puesto callejero de quesadillas y tlacoyos me asalta de manera “culera”.
Y yo, tan desvalida y en mitad de todo ese agite que provoca la urbe a las 2:10 pm con el tráfico, el malcalor, y los chavitos excitados saliendo del colegio, pues que no tuve más y me doblé.
Si, si, lo digo así, tal cual y como me pasó.
Me tuve que pasar a sentar en un banquito de dudosa firmeza y pedir uno de los dos tlacoyos que ya hacían en el comal.
Mmmmmm! Cosita deliciosa rellena de requesón y abrazada por un maíz verde que además de bonito, me cae que ha de tener algún tipo de nutriente bien acá. Porque nada en esas tonalidades puede ser nada más eso, un maíz.
El caso es que a la doñita todavía le quedaban hartos nopalitos para ponerle arriba al tlacoyo, además de coronarlo con un poco de quesillo de ese que se espolvorea, y que de manera burda podríamos llamar: el mexican parmesano. Porque se lo sobreponemos a todo!
Tons, sentadita y distrayendo la mirada a cualquier tipo de aparición de los antes mencionados, que me dispongo a embutirme el tlacoyo cuando entra por mis oídos algo de igual nivel de sabrosura, podríamos decir.
La doñita le estaba contando a una comadre la razón por la que no tiene noches “sexys” con su marido.
No no no, buche atascado de sabiduría y de herejía para los guionistas de sex and the city o programas así. Mi reinita chula le comentaba a su escucha que, ella ya llevaba 18 años de casada y que para el frío que hacía allá por donde ella pasa a tener su casa, pues si no hizo “de esas cosas” antes” ahora mas peor, menos lo quiera el señor.

Además su casa no da para andar poniendo velitas, -no sea que se me queme hasta la milpa- le decía a la otra, que interesada como en un capítulo de la novela, le seguía preguntando:
-Pero qué, apoco nunca se le antoja ponerse algo así más así y hacerle de “esas” cosas a su marido?-
Y la doñita le contestaba: - No pues es que mi marido y yo no hacemos de esas cosas nunca, mis dos mayores ya están hombrecitos y, pues en medio duerme mi bebé. Y se ve que a mi marido nunca le ha interesado hacerme de esas cosas…-
Uta! Ya estaba yo comiéndome casi de a granito por granito el queso de hasta arriba del tlacoyo, nada más para no terminármelo y poder seguir escuchando semejante lección del anti erotismo nacional.
Pero maldita la hora en que ya ni para lamer el plato y pagar. Así que me quedé con la información a medias, sabiendo que la doñita ni se compra lencería de encaje (también porque cree que si ha de picar mucho el dese material), ni duerme solo con su pareja, y lo más intrigante de toooooda la morbosa conversación: Ya tampoco sé si la “escucha” era una diosa de la metralla o qué chingados.
Pero yo tenía muy en claro que estaba comiendo en zona de guerra, y que por muy bueno que estuviera el chisme, lo mío lo mío, era salir por patas y pecho tierra, lo antes posible de ahí. No fuera que ahora a la que le tocara recibir la “instrucción” fuera a mí, que nada mas no ando como para esas cosas y peor tantito, para toparme al enemigo.
Porque digo, los encuentros con el fortuito potencial, nada más se quedan en incómodos flirteos que no aterrizan en nada, pero tener que esquivar las miradas de rango “balazo mortal” del enemigo, eso si que me da mucha mucha güeva.
Así que pronto me armaré nuevamente de valor, y apretando el paso volveré a hacer parada técnica en mi puesto favorito del “Tlacoyo del amor”.
En de mientras, me pasaré a seguir riendo repentinamente, al imaginar a la quesadillera en neglillé de color chillante, amasando el nixtamal, meciendo la cuna de su bebé que seguro ya de menos tiene 6 añitos, y platicando con su marido de las prioridades de los muchachos.
Y no, no lo mal entiendan, la quesadillera en neglillé no es un fetiche mío, es sólo una bizarra imagen coqueta, de esas que a todos nos gusta observar, siempre y cuando no haya que participar de esta.
P.D. Y qué pensará su marido? jejeje