20.4.09

Radioasalto

El caballero Pablito Guinsberg, quien seguro encontrará el verdadero amor el día que se tope a la dama qué de un solo respiro pueda deletrear sin error sus dos apellidos, tiene un porgrama de radio que se dice, es una chulada.

Gracias a cualquier dios misericordioso, en esto del Internet, nadie tiene por qué saber, que el lugar desde el que se transmite dicho programa, es el exéntrico y lleno de incongruencias pueblo que se cree ciudad, llamado Puebla. (Chíngale, mañana despúes de haber escrito semejante descripción de la ciudad con más iglesias católicas (que donde fueran Estadios de los Pumas, otra descripción sería) por metro cuadrado, me cae que amaneceré muerta).

El caso es que cada lunes y miércoles, a eso de las 10 a 12 de la noche por http://www.radioasalto.org/ el muchacho nos ofrece variadísima temática pa escuchar.
Él, es un guapote, detesta visitarme en el D.F. y por eso se hace de novias del interior de la repúdica.


Pero sabemos que lo hace, nada más porque como es un pueblerino, cree que haciéndose el difícil nos va a gustar más.

Ingénuo él!
jajajajaja

16.4.09

Uno de esos reencuentros de antaño

Este es un recuerdo de antaño. Resulta que cuando tenía unos 12 o 13 años, estaba perdidamente enamorada de un tipo que tenía como 19, dueño de una bicicleta tuneada y poseedor de brakets.

Mmmmmmmm!
Esos fierritos en los dientes fueron un fetiche de amor toda mi adolescencia.
También tenía un enorme perro blanco y peludo y su mamá se parecía muy cabrón a Yury.

Obvio el güey estaba “im-pre-sio-nan-te” ante los ojos de cualquier escuinclita de secundaria. Pero ni por error volteaba a ver a ninguna de sus fans, quienes podíamos pasar horas mirándolo hacer acrobacias sobre esa bici rara.

Pues anoche, saliendo muy tarde de la oficina, y con una palidez aun más extrema que la que me caracteriza, voy ya casi llegando a mi calle, indecisa entre chingarme un esquite de la esquina del banco, o por fin animarme a probar las hamburguesas que se ponen en el cruce del Ermita, pero al mismo tiempo haciendo memoria de unos espárragos que tenía en mi refri, cuando escucho que alguien me llama.

- Reputísima madre!- fue lo primero que pensé, - ahora si ya no me salvo y me van a bajar hasta los chocolates sin azúcar que me acaba de regalar mi papá -

Me volteo ya muy dispuesta a ser asaltada, cuando voy viendo a un güey, si bien no de 19, ni con alambres en la boca, ni montado en una bici, pero si con una sonrisa perfecta, parejita parejita, unas canitas irresistibles arriba de las orejas, mal rasurado, con una sudadera morada que le quedaba que ni pintada y si, tenis chingones (Seguro no me fijé en cada uno de esos detalles cuando apenas me di la vuelta. La verdad es que se me frunció desde el ceño hasta el cicirisco en menos de un nanosegundo). Pero el supuesto asaltante, además de no tener cara de “Ya te la ensarté”, sabía mi nombre y me sonrió.
Una vez pasada la taquicardia de ese primer instante, ya mi lenta materia gris hizo conexiones y si, reconocí a aquel amor de principios de adolescencia.

Llevo desde anoche haciendo memoria de su nombre, pero la pura verdad es que creo que nunca lo supe. Seguro le puse un mote referente a su belleza, su bici o su trabajo dental, pero no, na mas no doy con si alguna vez supe cómo se llamaba… Ya para ahora da igual, ¡ya me dijo hasta su 2do apellido!

Si a los 13 me hubiesen dicho que unos añitos después (pocos pocos), ese güey se me iba a presentar, me cae que me hubiera quedado sentadita estudiando muchas más tardes de las que lo hice, en lugar de salir a verlo lucirse en la bici o paseando al perro. Pero como obvio eso si que no lo podía saber en aquella época en la que me acomplejaba que todos los pantalones me quedaran cortos y que usaba agujetas fosforescentes en los tenis y en la cabeza, pues no estudié mucho y no saqué promedio de honor en la secu.

Luego de disculparse por haberme asustado (lo notó por mi cara, no por mi grito) y de acercarse a saludar ya más en forma, me dijo que vive muy cerca de donde estábamos (y por lo tanto, muy cerca de mi casa) y que ya van varias veces que me ha visto pasar.

Nada más de pensar que el güey me reconocía y que me tenía ubicada ya de “mayorcita”, me puse roja roja roja, (como no es mi costumbre) y repasé miles de líneas con las que le podía seguir la plática. Claro, pura mamada, como preguntarle si estudia o trabaja?, o que si es casado?, o si su mamá se sigue pareciendo a Yury?... Lo bueno es que este hombre resultó ser un gran conversador, y me ahorró cagarla buscando un tema ideal.

Por si para este momento del relato, ya están avanzando la historia a cuando terminamos revolcándonos sobre la alfombra de su casa, haciendo innumerables veces el amor mientras se escuchaban los pájaros (y los primeros trailers) del amanecer por su ventana, les mato la idea y les adelanto que NO.

Que ni madres!

Evidentemente si hubo sonrisitas y miraditas de esas que te sacan como un brillito del ojo, pero nada más. El güey está poca madre, insiste que cuando yo tenía como 17 bailamos “matador“ en una fiesta, y que si no me peló más, fue porque yo iba acompañada de alguien más (seguro era mi hermano!).

Por si acaso ya le pregunte si le gusta el té, (Y me dijo que él más bien suele tomar café (Bien! Eso siempre da esperanzas!!!)), opté por no darle mi tradicional papelito de Hello Kitty donde viene casi hasta mi tipo de sangre, pero anotó mi número en su cel. Y quedamos en desayunar donde los chinos una mañana de fin de semana para ponernos al día de lo que han sido las vidas entre los 13 y los…

Espero postear pronto novedades con este reencontrado vecino guapo, que la verdad, nada más de saber que decora el barrio, ya me hace sonreír.
Sí, ya lo sé, es otra anécdota frívola y sin mayor trascendencia, peor estuvo tan cagado volver por un ratito al pasado, que lo quería compartir (además, como si mis posts fueran de temas tan profundos y sobre posibles formas de salvar al mundo).

15.4.09

Zapatitos, diseño y arquitectura... por qué soy tan frívola!




Las quiero, las deseo, ya me vi con ellas!!!
A cuantos de mis amigos debo prostituir y por cuánto tiempo, para juntar el varito que cuestan estas joyas?

3.4.09

Sección amarilla

Este es el texto que se puede leer en la exposición. Pediré permiso para subir de menos esa foto en la que está basado el texto.


“SECCIÓN AMARILLA”

Espero no deprimir a nadie con esto, pero no por no querer regalar pañuelos kleenex al lado de esto, voy a dejar de decir lo siguiente:

Me cae que lo que más nos gusta de hablar de infancia, es recordar aquella época en que todo lo podíamos.

Más de una tira cómica de Mafalda narra esa sensación de lo absoluto que sentimos cundo chicos.

Es más, me parece incluso absurdo llamar a la etapa de infancia, como “cuando éramos chicos” si la neta, es todo lo contrario. De chavitos es cuando más grandes somos, llegamos a todos lados, no hay no que valga y la imaginación no se da de topes con nada.

- ¿Te cae que no vuelo con esta capa? -

-¡Obvio que soy bailarina con esta falda!-

-Si subo mi silla a la mesa y me paro en ella, ¡soy más alto que tú!-

Y tantas y tantas otras soluciones para poder hacer lo imposible.

Además, cuando ya de plano se te pone la cosa difícil de niño, nada como sacar un par de lagrimitas y dejarlas correr por tus tiernas mejillitas, para que te lean ese cuento otra vez, o te columpien más alto, o simplemente, para que te dejen estar otro ratito más en ese lugar donde te la estas pasando increíble.

- ¿Cómo que no voy a llegar hasta allá? Si traigo mis zapatos mágicos de ¡princesa super poderosa!-

Parece que los adultos no entienden nada caray!

Si na más con poner estos librotes amarillos aquí, ya no necesito la sillita de bebé en la que ni quepo.

Y vieras que luego ese mismo par de tomos, me funcionan para alcanzar el lavamanos, sacarles unas hojitas para hacer la ranita de origami que acabo de aprender, y que a mis papás les van a gustar mucho ahora que regresen de trabajar.

De niño no hay meta que no alcances… excepto cuando te da sueño y ahí sí todo, ¡que se vaya a la tiznada!

Un aviso!!!

Durante todo abril del 2009, estará expuesta en la Galería Hécaro, ubicada en Antonio Caso #19, 1er piso, en la Colonia Tabacalera (a una calle de Reforma y una del monumento a la Revolución) en el D.F., una exposición llamada "Infancia", donde 6 fotógrafos y 6 blogueros participan tanto con imágenes como con textos.La verdad es que la idea está interesante y si se pueden dar una vuelta y luego, el que quiera, comentar, pues adelante.
A partir de esto, saqué 4 textos con temas sobre algunas de estas fotografías, siempre abordando el tema de la Infancia.
Solo uno está en la expo, los otros 3, los publico a continuación, nada más para no dejarlos en el cajón. Se vale decir si me pasé de fría, o si peor, me puse "llegadora" o así.
Sin más, gracias por la invitación a exponer, y gracias a quienes se toman el tiempo de leer esto, y aun más, de opinar (a veces ayuda saber que no todo queda en el aire hasta difuminarse en el olvido... así es, ando un poco en estado "me tiro al suelo").
Pues estos son los que se quedaron en el cajón:
Texto 1
La infancia es ese estado que inicia del lado opuesto al purgatorio. Cerquita, cerquita del cielo.
Donde no hay mayores diferencias que las muy evidentes, y por lo tanto, es ese momento, en que es real esa angustiante idea de que “Todos somos iguales”, incluso aunque no nos vemos tan tan así.
Antes de que llegamos a medir más o menos un metro veinte, la gente se divide para nosotros en: Señores y señoras, y niños y niñas.
Digo!
Dentro de este par de categorías entran:
“Señores y Señoras”: Los viejitos, los abuelos y todos aquellos que tengan más de… mas o menos, 17 años.
Y si, ya sé lo que están pensando: “ja ja ja , como si en ese enorme rango de edad, todos fuéramos iguales!”.
Pero no sean flojos y hagan memoria, ¿Cuantas veces en 1ero de primaria no le dijimos “señor” al chavito de 6to que llevaba la cooperativa a la hora del recreo?
Y eso que los de 6to apenas tienen 12 o 13 años!
La otra categoría, la de “Niños” y ¨Niñas” es igual de extensa.
Dentro de ella caben desde el recién nacido cuasi molusco, hasta el preadolescente con bigotín semitransparente sobre las comisuras de la boca, o bien, la nena que ya pasó de corpiño a brasier AA.
Pero eso si, sin dejar de admitir que seguramente es a lo largo de estos años, cuando escuchamos las burlas y comentarios más rudos y desalmados, también es cierto que es justo durante la infancia, cuando más cómodo te sientes entre los demás.
¿Y sabes por qué es esto?
Pues si, porque evidentemente es cuando mas tranquilos nos sentimos, porque en general nos movemos entre puro igual.
¿Quién más parecido a ti que tus mejores amigos?
Y cómo de que no?
Si entre niños todos quieren lo mismo: correr detrás del balón, jugar en los columpios, que hoy no haya clases pero si ver a mis amigos de la escuela, disfrazarse con la ropa del closet de los papás y comer pura comida rica.
A mi que alguien me explique en qué momento es que dejamos de ser todos tan iguales, para pasar a esa tormentosa y azotada búsqueda por nuestra quesque individualidad.
Ni que de mayorcitos no nos latiera seguir comiendo puras cosas ricas, pasar el tiempo a carcajadas y olvidarnos de las responsabilidades, No?
Texto 2
Es muy curioso como cuando se acaba la infancia, pareciera que nos descarapelamos, y debajo de esa piel seca sale un nuevo “yo”. Este proceso no se da de la noche a la mañana. Es más, no es una cosa de semanas o meses, tarda y tarda mucho.
La infancia es como un estado de vivir dentro de una burbuja, dentro de la cual, por más que los papás y los maestros no se cansen de repetirte que A, B, o C cosas “son tu responsabilidad”, la pura verdad es que no eres responsable de nada.
Uuuuuuts!
Qué daríamos hartísimos de los nacidos hace mas de diez o doce años atrás, por volver a esa etapa?
Según yo, no hay registro ni fotográfico, ni mental, escrito o mostrado en un documental de canal sin audiencia, del momento en que la infancia se nos terminó.
Pero si tengo claro que lo que siguió a ella, no fue el hacerme adulta inmediatamente.
Nombre!
Ni que fuera yo la de la película esa interpretada por Tom Hanks “Quisiera ser grande”, o la también dominguerísima “Quiero tener 30” con Jennifer Garner (Si leyendo esto, la nostalgia ya se apoderó de mala manera de ustedes, no dejen de ir saliendo de aquí, a rentar cualquiera de las dos, verán lo reconfortable que es, cuando termina la película darte cuenta de que tu vida no es como pintan la adultez en el cine chairo).
Cuando a la infancia le quiere dar por caducar, poco a poco todo cambia. El cuerpo, las ideas, los permisos, los estímulos, las ganas de hacer o dejar de hacer cosas, e incluso cambia, hasta el odio por los champiñones y el amor por el helado de chicle.
La buena noticia (y esto va sobre todo para quien el anhelo de aquellos tiempos está a punta de suspiros a todo lo que da), es que como la infancia es lo primero de lo que venimos, se nos queda en lo más al fondo de nuestro ser. Así que por mucho que nos descarapelemos y tiremos y tiremos capas, la esencia siempre acaba siendo la del niño que fuimos. Y los ojos siempre se nos iluminarán de esa manera especial, con cualquier satisfacción que nos remita a todas las sorpresas que nos llevamos de chicos.
Texto 3
“De pequeñita yo soñé,
en el amor como algo qué…
y ¡todo era mentira!
Lo que me enseñaron mis papás,
cuentos de hadas, poco más.
¡No era lo que quería!
Me demostraste la verdad,
lo que me das me gusta más…”
(fragmento de “Mi vida rosa” de Los Romeos)
La complicidad, el amor incondicional, horas y horas de diversión, el aliado perfecto a la hora que no quieres más de lo que hay en tu plato de comida, y con los años, probablemente tu primer acercamiento con el sufrimiento que causa el dolor ajeno y también la muerte. Todas vienen presentadas en forma de ese raro pariente que no tiene la nariz de tu papá, ni los ojos de tu mamá, pero que tiene un lugar único en tu casa.
No cabe duda que una vez superada la etapa de esa 1era infancia, en que más que persona, se es un bebé y el mundo gira y gira alrededor de la teta de la madre, el abrazo del padre y el pulgar metido en la boca, debajo de una mantita para dormir. El máximos y más maravilloso sentimiento, aparte del que te provocan los abuelos cuando te hacen reír, es tu mascota.
El no tener referencias de vida, sobre lo bueno y lo malo, lo raro y lo normal, lo chingón y lo gacho, hacen que tu perro, gato, pez, canario, tortuga o cualquier otro animal que a tu familia le de por tener en casa, incluso desde antes de que tu llegaras, hace que sea uno mas de tus parientes. Y de los sercanos.
Cuando un perro se convierte en “Tu perro”, ese ya se vuelve un amor del bueno. Una vínculo único donde el diálogo se convierte mas personal, privado y exacto, que con nadie que te rodea. Incluyendo en esta lista de cercanías a la miss de 3ero de kinder, o la amiga que no solo va contigo a clase, sino que vive a solo dos edificios, así que juegas con ella todas las tarde. Tampoco tus papás, ni tus juguetes son tan, tan, tan buenos escuchas y aliados de vida, como “Tu perro”.
Siempre envidié a mis amigos con perro, no porque yo no lo tuviera, sino porque hasta como los 10 años, les tenía terror. Ja ja ja
Y me cae que se me quitó el miedo, nada más por las ganas de poderme comunicar con un ser, como lo hacía toda mi generación con el miembro de cuatro patas que había en sus casas.